Humor,
Literatura y Mexicanidad
En su libro de
entrevistas Conversaciones con escritores, (Ed. Diana, colección SepSetentas 1981) Federico Campbell entrevistó
a Gabriel Ferrater y entre otras cosas preguntó si el cultivo de la irrealidad
era manifiesta o evidente entre los más jóvenes poetas europeos. El profesor
catalán, erudito de la filosofía del lenguaje, con varios tragos de ginebra
aunados a la longitud de su pensamiento, respondió: "Es una cosa que a
partir de cierta edad ya no interesa." Y ofreció una anécdota que versaba
así: "Uno de los primeros fonetistas que hubo en el mundo, el abate Rousselot,
se fue a una aldea francesa a estudiar la lengua de las gentes y le pareció que
se hablaban en realidad tres lenguas: la de los viejos, la de la gente de
mediana edad y la de los jóvenes. Veinte años después otro lingüista fue a la
misma aldea francesa para corroborar las conclusiones del otro. Pues bien, los
viejos habían muerto, los de mediana edad eran más viejos, los jóvenes eran ya
de mediana edad y había una nueva generación, pero existían las tres lenguas
idénticas que el primer visitante había detectado. Al pasar a la mediana edad,
los jóvenes adoptaban la lengua exacta de la gente de mediana edad, y los de
mediana edad adoptaban la de los viejos. No había una tendencia al cambio de la
lengua, y los tres estratos subsistían. Es elemental. El tratamiento de usted, por ejemplo, no lo utilizan los
niños al empezar a hablar, pero a partir de cierta edad el niño adopta el tratamiento
de usted. Entonces cuando me hablan de las generaciones, de la irrealidad o del
realismo, pues bien, yo los espero a que tengan 48 años y estoy seguro de que
pensarán exactamente lo mismo que yo, o sea, que lo único que tiene valor es la
realidad". Y así dio respuesta a la pregunta del escritor mexicano, que si
bien cuestionaba sobre la irrealidad en la creación poética, me parece que como paralelismo para hablar de humor, literatura y
mexicanidad actual es perfectamente
válido: porque es el lenguaje la llave para todo el resto de
saberes, y como dentro de esos saberes también
figura el humor, entonces obviamente habrá, por lo menos haciendo una
generalización, tres niveles o quizá tres distinciones de humor en una sociedad, y tres niveles con
los cuales cada uno se reirá por lo menos de la esfera en la que se mueven los
restantes y en esta era de las computadoras ya se está notando: gente de cierta
edad recibe información, chistes y anuncios cibernéticos de acuerdo a su edad
con el lenguaje propio a su edad. (No
miento: las famosas presentaciones de power point que el usuario de computadoras
recibe por internet con chistes, motivo de días festivos, anuncios eróticos,
religiosos, políticos, etcétera, son un
ejemplo al calce, o por otra parte el lenguaje
propio de los jóvenes cuando chatean o usan el teléfono móvil con más caritas
amarillas que palabras). Y si cada nivel de humor de una sociedad se ríe
subrepticiamente de la esfera en la que se mueven los restantes niveles será a
puerta cerrada y que no lo oiga nadie de otro nivel: (“estos niños de hoy ni
quién los aguante”, “la verdad aquél es
un cobarde que sólo con el alcohol se siente muy hombre”, “aquella de tu amiga
es una histérica porque se quedó como madre soltera” “los rucos de mis abuelos no me entienden porque no tengo varo”, pobrecitos, pobrecitos, je je je…
¡Por no hablar de los super incompetentes compañeros de trabajo!). La de cosas
que hacemos con tal de molestar, habrá que ver. Como los chismes de poder entre
los científicos que cuenta Jorge Volpi en su obra híper mencionada En busca de Klingsor (premio Biblioteca
breve, Seix Barral 1999, además de finalista en la encuesta Las mejores novelas mexicanas de los últimos
30 años, hecha por la revista Nexos,
donde quedó en octavo lugar con cinco votos), de la que defiendo su carácter
chismoso sin adjetivarla como obra menor, es precisamente el what comes next, como dijo el finado y
muy honorable Guillermo Cabrera Infante: ¿Qué seguirá en el próximo capítulo, se
pregunta el lector? ¡Saber si tal o cual científico tiene vida sexual después
del horario de clase o trabajo! Cosa que la vuelve una novela muy honesta, con
subtemas muy logrados, aunque su sentido del humor es muy alemán, de los
alemanes que hacían la bomba atómica experimentando con agua pesada, mientras
que los mexicanos, si tuviéramos ese enorme poder, haríamos pesada la bomba
(del festejo y para la cruda), por supuesto, para celebrar una semana si es que
a Alemania le ganáramos en el mundial.
Pero
ya en serio: ¿De qué se ríe el mexicano? ¿De dónde surge su humor? Saltándonos
la gravedad histórica apuntada en El Laberinto
de la Soledad de Octavio Paz, tendríamos que decir sin más miramientos, que
el mexicano no se anda con juegos que le hagan concesiones a la ternura o a la
sensibilidad del arte elevado; el mexicano, que lo que más desea es no tener
una vida en continua zozobra, se ríe —en forma unívoca o recíproca— de la
perplejidad de la muerte en todos sus aspectos, de la muerte suya y de cómo se
está muriendo el otro, de cómo le va mal. ¿Dónde esta la muerte en nuestra
cultura? Pues en las calaveritas de azúcar, en los corridos, en la música de la
onda narco-grupera, siempre traumática por sus temas, (mas no por el arte), en
las frases sentenciosas como el: "Si me han de matar mañana, que me maten
de una vez." etcétera. Además de en cualquier esquina donde uno permanezca
más tiempo del debido en la noche, claro está.
En
su Fenomenología del Relajo, Jorge
Portilla apunta que el humor "nos libera de un valor negativo, de una
adversidad." Y hasta donde yo tengo noticia, en esta vida no hay mayor
adversidad que la muerte y todo aquello que la acarrea o nos hace sentir el
vértigo de su amenaza.
Hablo
de que el mexicano se ríe de la muerte en forma unívoca o recíproca porque la
risa de un modo u otro siempre está asociada con ella: se le insinúa la muerte
al otro, con una pequeña carcajada o una broma pesada; en lo individual, es un
chiste de humor negro para poder sobrellevar la idea. Del mismo modo que el
patetismo puede provocar carcajadas (por ejemplo en mi caso, espero no haber
sido el único que al ver por vez primera el Otelo
shakesperiano soltó algunas). Dicho de otra manera, todo aquello que parece borrar
el horizonte de la muerte de nuestra perspectiva, adquiere un barniz
humorístico o satírico, puesto que en lo más hondo, creemos que la muerte nunca
vendrá a cerrarnos los ojos y se coronará victoriosa: al descubrir cierto
absurdo en nuestro empeño en la vida de creernos inmortales diariamente,
descubrimos que en el fondo del pensamiento se establece una contradicción. (Es
lo que Albert Camus llamó El mito de Sísifo)
Una contradicción fugaz en la que pocas veces reparamos, pero sin pensarlo demasiado
avistamos su rostro real, y al verlo, nos mata de risa (o de miedo, el giro
significa lo mismo en la conciencia cuando va naciendo con esta noticia). De
esta manera entramos a la conciencia: con la certeza de que ante todo, estamos
ya muriendo, y de que la noticia, finalmente no es tan grave, puesto que en el
tránsito muchas carcajadas nos esperan. El mexicano promedio es ese tipo que
nunca se queja porque la sociedad desprecia al que se queja porque en realidad
en México todos nos queremos quejar y que medio trabaja mal o muy bien y
gracias a la auto proyección de su soberbia en su conciencia, se sigue riendo
sabiendo que él: “es el rey que las puede todas”. De este modo y en este país,
no hay nada tan subversivo como la risa, el relajo, el pitorreo, la parodia
burlesca, pues frente a todos los órdenes lógicos que imparte la muerte en
nuestra sociedad desde el Estado, la
risa llega y lo despedaza todo, muestra la inutilidad de todo cuanto no nos posibilita
el estado ideal de la risa, que en México no es propiamente la alegría, la
alegría que celebran los filósofos franceses como única respuesta a la
oscuridad de la existencia, sino el relajo:
el abandono de los miramientos sociales
y olvidar que las cosas tienen un valor. Visto de éste modo se entiende el por
qué la juventud es a lo que más nuestras sociedades postmodernas le rinden
culto, ya que la juventud es la época en que todo simplemente vale madres y es preciso que todo joven
compre y consuma montones de cosas que valen
pura madre.
Habría
que apuntar que el tema ha sido por demás explorado y de ahí me viene la
prudencia para abordarlo. ¿Qué no se ha dicho ya sobre la risa del mexicano?
Jorge Portilla apunta que la afirmación de que el humor negro es el que prevalece
en México no es para nada errónea. Para finalizar y cerrar con la idea primaria
de este texto, sólo un pequeño comentario acerca del motivo de risa de los tres
niveles de edades del mexicano:
El niño ríe ante la magia que le causa el mundo, en
el cual, para él aún no está presente la muerte del todo (la idea de la muerte
se descubre hasta los 8 o 9 años). El joven y el hombre de mediana edad se ríen
de lo que imaginaron cuando niños y utilizan la risa esgrimiéndola ante la
muerte, queriéndole ganar el juego, es decir, queriendo confundirse con ella
ante sus adversarios sean éstos quienes sean, y saben ya que la muerte existe
como el hecho definitivamente irrevocable y en esencia es de eso de lo que ríen.
El viejo, el hombre o la mujer que ya han vivido todo lo que les correspondía, ríen
con nostalgia recordando todo aquello que en la vida los motivó y los hizo
penar, pero alegremente, valiéndoles madre.
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