POESÍA Y
LOCURA. UN HOMENAJE A LEOPOLDO MARÍA PANERO
POR PABLO
VARGAS ÁNGELES
El poeta
Español, Leopoldo María Panero, nace en 1948 y muere el 6 de marzo de 1914. Era
un pájaro de canto negro que fue poseído por vivientes hablantes, rebeldes y
desquiciados. Su poesía es un canto de cuervo por milenos transferido. Poe,
Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Artaud y muchos otros hicieron su vida y su
voz maldita. Tomaron su cuerpo.
Su voz tomó
mi cuerpo como un estado de sitio. Panero es metáfora de mi nombre propio. Es Pablo
con Eros. La fascinación por su obra se convirtió en una invención de mi propia
vida. Su fantasma ya me rondaba antes de su muerte.
Con Panero
experimenté una vivencia de hechizo o posesión demoniaca. “La operación poética
-dice Octavio Paz, hablando sobre el ritmo- no es diversa del conjuro, el
hechizo y otros procedimientos de la magia…la actitud del poeta es muy
semejante a la del mago.”[1] Quien lea a Panero, puede quedar poseído por el canto maldito de
un excepcional brujo.
Ahora soy un
demonio que escribe de otro demonio. Los poetas son demonios que están entre el
cielo y la tierra, son el verbo de Eros aguzando los oídos de mortales;
inventores de la pasión humana; del canto de la carne. Me congratulo con el
embrujo y me dejo llevar por él.
Panero
enloqueció muy joven y la psiquiatría lo mantuvo bajo las drogas hasta el final
de su vida. Leopoldo padeció de la locura y escribió sobre ella, en una estética
literaria muy singular, sorpresiva para España en 1970.
Panero se
quiso matar por primera vez a los 19 años. “Una mañana de febrero no se
levantó…En el domicilio familiar, Felicidad [su madre], extrañada, entra en el
dormitorio…y lo encuentra tumbado en el lecho con una respiración dificultosa,
de extraños estertores…Leopoldo dejó una nota de despedida…Debajo de la cama
había dos cajas de fármacos vacías…Somatarax, unos comprimidos para los
insomnios de origen psíquico, para impedir la propensión a las pesadillas”.[2] Después de ese evento, tuvo su primer internamiento el 22 de
febrero de 1968 en la Clínica Nuestra Señora de la Paz, de los Hermanos de San
Juan de Dios en Madrid, hospital psiquiátrico. Años después comentará: “Supongo
que en realidad lo hice para llamar la atención y para que me atendiera mi
madre, que no hablaba jamás conmigo y de repente me encuentro en un manicomio
con un psiquiatra en lugar de con mi madre, que es con quien quería estar.”[3] Las cosas cambiaron para el poeta maldito español. Constantes
internamientos, fugas, reingresos, drogas, alcohol, vagancia, otros intentos de
suicidio, delirios y alucinaciones y el abandono de su estado físico. Antes del
psiquiátrico, la cárcel por participar en manifestaciones comunistas, por
alboroto urbano, por tráfico y consumo de mariguana. Después, un largo
recorrido por manicomios. Dicen que conoció todos los psiquiátricos de la
España franquista y pos franquista. Varias fugas y reingresos voluntarios. Y
entre tanto escribía, como conjuros para la locura su poesía, narrativa,
traducciones, recopilaciones, prólogos, ensayos y artículos. Su obra en prosa
es rica en teorizaciones sobre la locura.
Habló
públicamente de la locura en diversos espacios culturales y medios de
comunicación como en museos, casas de cultura, en radio y televisión. Fue hecho
un bufón muchas veces, entretenimiento televisivo para una audiencia sedienta
de morbo; poco interesó su discurso. Escribe: “La locura es una estetización de
una realidad adversa, y no sólo no carece de sentido sino que su función, por
ejemplo en la paranoia, es dar sentido a lo que no lo tiene.”[4] Investigó con intensidad y ese afán lo llevó a ser punta de lanza
a finales de la dictadura, en el estudio y divulgación de la obra de Lacan,
Deleuze -entre otros- sobre el psicoanálisis, la antipsiquiatría y sus
explicaciones de la psicosis y el malestar humano.
El poeta de
generación, Luis Antonio de Villena, entrevistado al día siguiente de la muerte
de su amigo, comentó para el periódico la Vanguardia: “era una persona que
buscaba la muerte…Siguió un camino de autodestrucción que podía ser malo,
podría estar uno de acuerdo con él o no, pero era el que había elegido. Y si le
hubieran dejado seguir este camino, habría muerto hace mucho…prisionero de la
medicina legal, debería provocar una reflexión sobre hasta qué punto la
sociedad puede hacer lo que ha hecho con él…En esos años nunca mejoró, se
le podía considerar un preso de la medicina. Si en el manicomio le hubieran
curado, todo habría tenido sentido, pero simplemente le contuvieron, e iba
lentamente a peor…Panero se convierte en una metáfora terrible contra
todos...”. Y concluye Antonio de Villena: “Deseo de ser un piel roja, aunque es
un poema muy juvenil, de alguna forma estaba muy dentro de él.”[5] Significaba ser un hombre no civilizado.
Sitting Bull
ha muerto y no hay tambores
para hacerlo
volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser
piel roja.
Cruzó un
último jinete la infinita
llanura,
dejó tras de sí vana
polvareda,
que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser
piel roja.
En la
Reservación no anida
serpiente
cascabel, sino abandono.
DESEO DE SER
PIEL ROJA.
(Sitting
Bull ha muerto, los tambores
lo gritan
sin esperar respuesta.)[6]
Panero
piensa la locura como efecto de una sociedad e historia que niegan la animalidad humana,
y adopta en su escritura el concepto de forclusión de Jacques
Lacan para hablar de la sociedad que forcluye al salvaje, pero que
siempre vuelve porque la animalidad no puede ser abolida, incide cíclicamente
como una parte maldita que “Está al otro lado de la historia,
como lo que se opuso a ella desde su principio. Y sin embargo, la historia no
tiene otro futuro que ese: su aniquilación momentánea, semejante a un orgasmo.
Y nosotros, esperar al héroe que, seduciendo nuestra parte histórica o social,
nos lleve a la guerra y a la muerte, a la anti-historia. No hay pues, espiral
ni progreso alguno. La historia es un retorno cíclico a su desaparición.”[7] A partir de 1973, toda su escritura estará minada de referencias y
explicaciones breves, complejas, contradictorias y luminosas sobre la locura. A
Leopoldo, le hubiera gustado ser piel roja en el mundo
contemporáneo, pero el hombre piel roja o está en una reservación o en un
hospital psiquiátrico.
Contra el
conocimiento formal y la academia, Panero escribe en una intertextualidad y
yuxtaposición entre filosofía, sociología, antropología, psicoanálisis, magia,
literatura, esoterismo y poéticas, que la locura es un producto de lo social,
no llueve del cielo: “No hay locos, sino enloquecidos. La locura es una
reacción normal ante determinadas situaciones de jaque mate social
o microsocial.”[8]
“Esta es
toda la sabiduría que había en los antiguos –escribe María Panero-, aquélla que
se resume en nombrar a la locura, en lugar de con paradigmas psiquiátricos, con
epítetos que no disimulen ni ataquen su extrañeza. Es norma de modestia
reconocer que lo que se ignora es un misterio, no un absurdo. Por el contrario,
la psiquiatría, la única y verdadera forclusión, sella de antemano y para
siempre las puertas del manicomio: el saber de la locura como algo que no
existe, ya que la palabra esquizofrenia no es sino una
denegación simbólica, aquello que Lacan llamara forclusión o exclusión
definitiva del campo del lenguaje. Por el contrario, cuando se afirma que el
loco es un ser humano, se está diciendo que nada de lo humano es extraño, y que
el hombre no es exterior al hombre…el género humano no soporta demasiada
verdad. Que el arte nos salve de aquélla, que la palabra nos esconda, que
muramos dormidos en el agujero del sueño.”[9]
Leopoldo
María Panero, murió dormido cerca de la media noche: fallo multiorgánico.
Muchos años de dolor, de medicamento psiquiátrico, de cigarro, coca-cola y un
cuerpo mortificado.
Para qué
despertar si afuera me espera
Otra vez el
hombre miserable
Prefiero ver
dormido cómo mueren los ojos
Y cómo se
desnudan las claras doncellas
Esclavas de
la nada
De la nada
que brilla con pie desnudo en el silencio…[10]
Panero fue
un piel roja hospitalizado como en una reserva de pieles rojas
en Dakota del sur. Gozaba de régimen abierto para salir y entrar, con algunas
reglas; al parecer, lo trataban bien en general. ¿Qué hacer con la locura?
Aunque siempre detestó el sitio siempre regresó. No podía sobrevivir en
sociedad. Nunca pudo estar mucho tiempo fuera, de inmediato se metía en
problemas. Sus conocidos más cercanos hablan de él como una persona dócil,
tierna, obediente. Un paciente tranquilo; solitario se le veía pasear por los
cafés y librerías de Palma de Mallorca. Recibió abundantes visitas y
generosamente aceptó hacer entrevistas y participar en varios proyectos literarios
y artísticos en conjunto.
Su obra es
una poética del desamor, la animalidad, la locura y sus efectos: el vacío, la
violencia, el odio, el terror, el cuerpo en fragmentos hinchado en sus
orificios, con sus fluidos desbordados, el excremento, la orina, la saliva, el
semen. Su lenguaje era el de la destrucción, el sin sentido, el neologismo, la
repetición, el collage. En el ritmo de su escritura podemos ver la forma de su
cuerpo, la dimensión de su ser. Fue poseído por Lacan y su teoría de la forclusión
y por Freud, Jung, Ferenzcy, Deleuze -por mencionar algunos de los más
importantes- y los hacía converger, soportar su conjetura del mal entre
contradicciones y analogías. “La teoría lacaniana de la forclusión es lo que
más claramente explica este interdicho: aquel hombre que se halla fuera del
cogito devenido ley imperativo no es capaz ya para siempre de sentido o de
razón, y no es un hombre. El neurótico sí, es “medio-hombre” y puede hacer como
Torrebruno, el papel de payaso en la comedia psicoanalítica –la <>-
buscando en vano acceder a un signo todopoderoso…Ningún delirio tiene más
estructura que la de la esperanza, la de <> como apunta Lacan…”[11]
Con Panero
se experimenta una sensación fugaz de comprender qué es la locura. Fugaz porque
enseguida se oscurece su escritura en un tejido intertextual complejo,
abundante, repetitivo y caótico de gran riqueza filosófica e imaginativa. Por
unos instantes, la verdad sobre la condición humana y su tragedia aprehendemos.
Es un espejo metafórico donde todos tienen su retrato:
“Todo hombre
es en sí un continente, no una isla. El deseo del hombre es deseo del otro. Por
ello cuando alguien cae caemos todos con él. Por ello ninguna tragedia es
concebible en solitario, llovida del cielo. Es más, la soledad es imposible:
está poblada de fantasmas… Y viceversa, de mi tragedia tu oscuridad emana. No
eres un hombre, estás marcado por la oscuridad. Por no haberte arriesgado a perder
el sentido, he aquí que careces de él.”[12]
El canto
maldito de Panero no perecerá con su muerte, viene de milenarios cuervos y
nuevos herederos de estos cantos vomitan nuevos versos. Irrumpe su voz ahora y
trae la gracia y la luz al Golem.
LA GRAN URUK
QUEMA LOS CUERPOS
POR PABLO
VARGAS ÁNGELES
Todo es abrumador, la gran Uruk quema
los cuerpos, las gargantas de los seres son fuego.
Me arden estas piernas y me pesan, me
arde la garganta.
Quisiera desaparecer, dejar la tierra,
dejar la vida.
Mal se come, se duerme, se vive aquí en
Uruk.
¿Qué trabajo y qué amor?
La paz y la contemplación no son de
Uruk.
Tal vez está cerca un incendio
devastador o tal vez Uruk estará aquí dos mil,
cuatro mil, seis mil años más como un
infierno glorioso.
No veremos el derrumbe de Uruk.
¿Quién vive en Uruk milenaria y sin
gobierno?
Prostitutas, ricos, esquizofrénicos,
sicarios, enamorados, narcisistas,
pobres,
enajenados, revolucionarios,
abandonados,
psicoanalistas y poetas.
¿Y de qué pueden escribir los poetas de
Uruk?
En algún tiempo, fueron guías de los
hombres,
ahora los poetas viven en su isla
en una larguísima ausencia
y ahí están bien porque no tienen nada
qué decir.
Uruk fue un error y los poetas se la
pasan vomitando.
ANAGNÓRISIS
23
POR PABLO
VARGAS ÁNGELES
Alicia tendida y lejana en su estado de
coma
sintió a Benigno entrar y quedarse.
(Otro amante en otra habitación
incrédulo ya de las palabras
se repite:
“no hay nada más triste que el amor
roto que aún vive”.)
La bella durmiente del hospital
“El bosque”,
despertó tiempo después;
no por un beso azulado de príncipe,
sino por la cogida de Benigno,
el enfermero, que tiempo después,
roto de amor,
decidió colgarse del techo en su celda.
La bella durmiente del hospital
“El bosque”,
despertó tiempo después,
con dos vidas a costa de una muerte.
Nacido en
Naucalpan, Estado de México en 1974, Pablo Vargas Ángeles es
poeta y psicoanalista, formación de la que se ha servido para robustecer la
creación de oscuros personajes poéticos que describe con una exactitud
reveladora.
[1] Paz, Octavio, El arco y la lira, FCE, México, 1998, p.
53.
[2] . Fernández, J. Benito, El contorno del abismo, Vida y
leyenda de Leopoldo María Panero, Tusquets, España, 1999, p. 98.
[3] Ibíd. p. 99.
[4] Panero, Leopoldo María, Aviso a los civilizados,
Libertarias, España, 1990, p. 26.
[5] http://www.lavanguardia.com/cultura/20140306/54402850239/luis-antonio-de-villena-panero-era-una-persona-que-buscaba-la-muerte.html
[6] Panero, Leopoldo María, Poesía completa (1970-2000),
Visor, España, 2000, p. 64.
[7] Panero, Aviso a…, op. cit. p. 22.
[8] Panero, Leopoldo María, Y la luz no es nuestra,
Libertarias, España, 1993, p. 15
[9] Ibíd. p. 19.
[10] Panero, Leopoldo María, con Félix Caballero, Presentación del
superhombre, Valdemar, España, 2005, p. 27.
[11] Panero, Aviso a…, op. cit . p. 55.
[12] Panero, Y la luz…, op. cit. p. 15.
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